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Domingo, 17 de octubre de 2021

Vigésimo noveno domingo del tiempo ordinario

Marcos 10, 35-45

Amigos, en el Evangelio de hoy Santiago y Juan le piden a Jesús que los coloque en los lugares más altos de Su Reino. Están buscando dos de los cuatro clásicos sustitutos de Dios: riqueza, placer, poder y honor, específicamente los dos últimos. El poder no es, en sí mismo, algo malo. Y lo mismo sucede con el honor. Santo Tomás de Aquino decía que el honor es una bandera de la virtud. Es una forma de señalar a los demás algo que vale la pena hacer notar.

¿Entonces, cuál es el problema? Es que están pidiendo estas dos cosas con un espíritu equivocado. El ego quiere usar el poder, no para los propósitos de Dios o al servicio de la verdad, la belleza y la bondad, sino para su propio engrandecimiento y protección. Cuando se busca el honor por sí mismo, o para aumentar el ego, también se vuelve peligroso.

Entonces, ¿cuál es la salida? “El que quiera ser grande entre ustedes que sea su servidor, y el que quiera ser el primero, que sea el esclavo de todos”. Cuando sirves a otros; cuando te vuelves menos, estás accediendo al poder de Dios y buscas el honor de Dios.




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